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5 mujeres arquitectas de las que muy pocos te hablarán

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Más allá de nombres y figuras reconocidas mundialmente como Zaha Hadid, Elizabeth Diller o Kazuyo Sejima, es importante destacar a otras mujeres que, aunque no sean tan famosas, han dejado una huella significativa en la historia de la arquitectura. Estas arquitectas, a través de su talento y dedicación, han logrado marcar momentos clave en el desarrollo de esta disciplina, enfrentándose a retos y superando barreras, muchas veces en un campo tradicionalmente dominado por hombres.



Julia Morgan

nacida el 20 de enero de 1872 en San Francisco, fue la primera mujer en recibir una licencia de arquitecta en California en 1904. Antes de alcanzar este hito, estudió ingeniería civil en la Universidad de California, Berkeley, donde conoció al arquitecto Bernard Maybeck, quien la animó a viajar a Francia para estudiar en la École des Beaux-Arts de París, una de las instituciones más prestigiosas de la época.

A los 26 años, Morgan se convirtió en la primera mujer en aprobar los exámenes de ingreso, lo que marcó el inicio de una carrera única.

A su regreso a Estados Unidos en 1902, Morgan comenzó a forjar su reputación, especialmente después del terremoto de 1906, cuando su campanario de 22 metros de altura en el Mills College quedó intacto tras la catástrofe. Este logro, junto con su innovador uso del concreto armado, consolidó su fama como una arquitecta con un enfoque técnico y visionario.

A su regreso a Estados Unidos en 1902, Morgan comenzó a forjar su reputación, especialmente después del terremoto de 1906, cuando su campanario de 22 metros de altura en el Mills College quedó intacto tras la catástrofe. Este logro, junto con su innovador uso del concreto armado, consolidó su fama como una arquitecta con un enfoque técnico y visionario.El punto de inflexión en su carrera ocurrió cuando conoció al magnate de los periódicos William Randolph Hearst, quien se convertiría en su principal cliente. Su colaboración duró más de 25 años, durante los cuales Morgan diseñó el emblemático Castillo Hearst en San Simeón, un monumental proyecto que combinaba estilos arquitectónicos diversos con materiales importados por Hearst desde Europa.

Además de su obra con Hearst, Morgan también fue responsable de la restauración del Fairmont Hotel de San Francisco tras el devastador incendio de 1906. A lo largo de su carrera, Morgan dejó una huella imborrable en la arquitectura californiana y fue reconocida postumamente por su legado. En 2014, se le otorgó la Medalla de Oro del American Institute of Architects, siendo la primera mujer en recibir este prestigioso reconocimiento.

Julia Morgan se retiró de la arquitectura a los 79 años y falleció en San Francisco el 2 de febrero de 1957, a los 85 años. Su legado perdura como un testimonio de la resiliencia, la innovación y el talento de una de las figuras más influyentes en la historia de la arquitectura.


Marion Lucy Mahony Griffin

Marion Mahony Griffin fue una de las primeras arquitectas globales, cuya carrera abarcó Estados Unidos, Australia e India. Con una trayectoria de 50 años, entre 1894 y 1944, Mahony se destacó por su habilidad para desarrollar proyectos que trascendían fronteras geográficas y culturales. Fue la segunda mujer en graduarse como arquitecta del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 1894 y la primera mujer registrada como arquitecta en Illinois.

A lo largo de su carrera, Mahony fue una figura clave en el desarrollo de la Escuela de la Pradera estadounidense, influenciada por su colaboración cercana con Frank Lloyd Wright. Uno de sus primeros trabajos, bajo la supervisión de su primo Dwight Perkins, fue el diseño de Steinway Hall, un edificio de 12 pisos en Chicago, que ya ha sido demolido. A partir de 1909, Mahony trabajó como diseñadora principal en el despacho de Wright, donde desarrolló importantes proyectos como la Casa de David Amberg y la Casa de Adolph Mueller, en Michigan e Illinois, respectivamente.

En 1911, se asoció con su esposo, el arquitecto Walter Burley Griffin, con quien formó una sociedad hasta 1937. Juntos desarrollaron proyectos destacados, entre ellos el diseño de la nueva capital federal de Canberra, Australia. En 1914, la pareja se trasladó a Oceanía, donde Mahony diseñó el Newman College en la Universidad de Melbourne (1915-1917), el Café Australia (demolido), Capitol House (1921), y el plan comunitario de Eaglemont (1916-1923), entre otros proyectos.

En 1935, el matrimonio se mudó a la India, donde Mahony contribuyó al diseño de una biblioteca para la Universidad de Lucknow, así como diversos edificios y la Exposición Industrial y Agrícola de las Provincias Unidas. Tras la muerte repentina de su esposo en 1937, Mahony regresó a Estados Unidos en 1939 y continuó su labor, diseñando proyectos como el Centro Mundial de Becas en Conway, New Hampshire, y el Rosary Crystals en Texas.

Marion Mahony Griffin dejó un legado arquitectónico internacional, con una obra que refleja su capacidad para integrar el diseño moderno en contextos variados, tanto en América del Norte como en Australia y Asia. Su influencia perdura como un testimonio de su talento y su visión global.


Matilde Ucelay Maórtua

Matilde Ucelay Maórtua fue la primera mujer en titularse como arquitecta en España, en 1936, y a lo largo de su carrera desarrolló más de 120 proyectos. Nacida en 1912, Ucelay estudió piano mientras ingresaba a la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde entabló relaciones con figuras destacadas como Félix Candela y Fernando Chueca Goitia.

En 1937, durante los primeros años del franquismo, fue nombrada secretaria del Colegio de Arquitectos de Madrid, pero en 1940, tras la victoria del régimen, fue condenada por el Consejo de Guerra a la “inhabilitación perpetua para cargos públicos, directivos y de confianza, y, durante cinco años, para el ejercicio privado de la profesión”. Esta condena le impidió recibir encargos públicos, y muchos de sus primeros proyectos no pudieron llevar su firma, a pesar de su participación activa en su diseño y ejecución.

Ucelay se destacó principalmente como diseñadora y constructora de viviendas, aunque su obra abarca una variedad de tipologías, como fábricas, laboratorios, almacenes y tiendas. Entre sus proyectos más notables se encuentra la casa de José Ortega Spottorno, hijo de Ortega y Gasset, y una casa en Long Island, Nueva York, construida para su hermana Margarita.

Galería de La vida y obra de Matilde Ucelay Maórtua, la primera mujer ...

A pesar de las dificultades políticas que limitaban su carrera, Matilde Ucelay Maórtua logró dejar una huella importante en la arquitectura española, destacando por su enfoque detallado y su compromiso con el diseño funcional y estético. En reconocimiento a su trayectoria, en 2004 recibió el Premio Nacional de Arquitectura, un homenaje a su resiliencia y contribución al campo de la arquitectura en España.


Anna Wagner Keichline

Anna Wagner Keichline fue una pionera en la arquitectura y la ingeniería en Estados Unidos, destacándose como la primera mujer con licencia como arquitecta en el estado de Pensilvania y una de las primeras en el país. Nacida en 1889, desde pequeña demostró habilidades excepcionales para la carpintería, lo que más tarde marcó el inicio de su fascinación por el diseño y la construcción.

Keichline comenzó estudiando ingeniería mecánica en Penn State College en 1906, antes de transferirse a la Universidad de Cornell, donde se graduó como arquitecta en 1911. Tras establecer su despacho, que compartió con su padre, abogado, diseñó más de 20 edificios residenciales y comerciales en Ohio, Washington D.C. y principalmente en Pensilvania.

En 1915, diseñó una iglesia de estilo Renacimiento gótico en Mill Hall, Pensilvania, y ese mismo año creó un edificio de apartamentos en Bellefonte con un garaje integrado, reflejando su entusiasmo por los automóviles. Durante la década de 1920, continuó con obras destacadas como el Teatro Plaza (1925) y la Casa Club del Condado de Juanita Colony (1927).

Además de su trayectoria arquitectónica, Keichline registró siete patentes que marcaron un hito en la innovación constructiva. Entre ellas destaca el K-brick (1927), un precursor del bloque de concreto actual. Este ladrillo, fabricado con arcilla, era ligero, económico y versátil, ofreciendo beneficios como aislamiento térmico, insonorización y facilidad de uso gracias a sus ranuras de corte y líneas de fractura. Además, su diseño estético permitió producirlo en una amplia gama de colores.

Keichline también revolucionó el diseño de interiores, enfocándose en la eficiencia del hogar. En 1912, patentó un fregadero y lavabo plegables diseñados para optimizar espacios pequeños. En 1926, desarrolló la unidad de cocina Kitchen Construction, que mejoraba la comodidad y eficiencia del trabajo doméstico. Este diseño incluía gabinetes con puertas de vidrio, quemadores alineados para facilitar la cocción y estantes elevados para reducir el esfuerzo físico.

Anna Wagner Keichline dejó un legado que combina innovación, funcionalidad y diseño práctico, destacando no solo como arquitecta, sino también como una inventora visionaria que transformó el entorno construido y los espacios cotidianos.


María Luisa Dehesa Gómez Farías

María Luisa Dehesa Gómez Farías, nacida el 30 de junio de 1912 en Xalapa, Veracruz, fue una pionera en la arquitectura mexicana y la primera mujer en graduarse como arquitecta en el país, en la antigua Academia de San Carlos. Su trayectoria abrió camino para las mujeres en un ámbito dominado por hombres.

En 1933, Dehesa concluyó sus estudios, siendo una de las cinco mujeres en una clase de 113 estudiantes. Por las normas de la época, ellas debían trabajar en un taller separado de sus compañeros varones. Su tesis, titulada “Cuartel de artillería tipo”, le valió una mención honorífica, destacando su talento desde el inicio de su carrera.

Durante 50 años trabajó en el Departamento de Obras Públicas de la Ciudad de México, donde diseñó viviendas unifamiliares y edificios de apartamentos, contribuyendo al crecimiento urbano de la capital. En 1974, recibió el Premio Ruth Rivera, compartido con Concepción Mendizábal Mendoza, la primera ingeniera civil mexicana, consolidando su lugar como referente para las mujeres en disciplinas técnicas.

En 2006, el Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México la reconoció por sus invaluables aportaciones a la profesión. Sin embargo, su camino no estuvo exento de desafíos. En una anécdota que refleja el machismo de la época, recordó haber cuestionado a un profesor por no dirigirle preguntas durante las clases. La respuesta fue contundente: “A usted solo le puedo preguntar cómo hacer una sopa de fideos”.

A pesar de los prejuicios y barreras, María Luisa Dehesa Gómez Farías demostró su fortaleza y perseverancia, convirtiéndose en un ejemplo de determinación y excelencia. Su legado inspira a las nuevas generaciones de arquitectas mexicanas.


Las historias de mujeres arquitectas como Julia Morgan, Marion Mahony Griffin, Matilde Ucelay, Anna Wagner Keichline y María Luisa Dehesa Gómez Farías nos revelan un legado de perseverancia, innovación y talento en un campo históricamente dominado por hombres. A pesar de los obstáculos sociales y culturales de sus épocas, estas pioneras lograron redefinir la arquitectura con su visión y contribuciones únicas.

Desde el diseño de ciudades y edificios emblemáticos hasta la invención de materiales y soluciones prácticas, cada una dejó huellas imborrables que trascendieron su tiempo. Su trabajo no solo rompió barreras, sino que abrió puertas para futuras generaciones de mujeres en la arquitectura y en otros campos técnicos.

Hoy, su legado no es solo un recordatorio de su genialidad, sino también una invitación a continuar construyendo un mundo más inclusivo, donde las mujeres puedan desarrollar plenamente su potencial en cualquier disciplina. Estas arquitectas nos enseñan que el diseño no solo moldea estructuras, sino también historias y futuros.

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Tres, son las columnas sobre las que se erige nuestra visión del proyecto, tres cimientos que sostienen, como una firme obra negra, nuestro objetivo.

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